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Inflación, quinto retiro y contención social. ¿Cuál es la salida?

Chile transita un camino que combina por un lado, crisis económica y social, polarización y crisis política, componentes claves en distinto grado, de la revuelta de 2019; con los intentos de una “vía institucional” de resolución de dicha crisis, entre la Convención Constitucional hacia una nueva constitución y un nuevo gobierno que podríamos llamar “pos-neoliberal”. Esos dos planos determinan la situación actual, actuando una crisis más estructural y su intento de contención en las alturas. Entremedio: claroscuros, tensiones y choques. ¿Logrará la Convención y el Gobierno de Boric salir exitosos? ¿O vamos a mayores choques y tensiones sociales y políticas?

Pablo Torres

Martes 26 de abril de 2022
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Imagen: Agencia Uno

Boric, el quinto retiro y el desgaste acelerado del gobierno

El Gobierno de Boric y sus “dos coaliciones” vienen sufriendo diversas crisis, desde su inicio. Sin luna de miel empezó rápidamente a mostrar su debilidad. No se trata de la falta de un atributo personal o “falta de experiencia” o falta de “relato” como indican numerosos analistas. Su debilidad está por un lado, en el escenario de crisis contenida que se encuentra el país, económica-social-política, de problemas estructurales irresueltos en los “30 años” y que siempre tiene latente el peligro de “la calle”; y por otro, en que se afirma en “dos coaliciones” con intereses contradictorios como expresión de la ausencia hegemónica del gobierno y de Apruebo Dignidad (que recordemos, en primera vuelta alcanzó el 25% de la elección y ganó solo un tercio del Congreso).

La batalla por el quinto retiro, mostró estas contradicciones a flor de piel. Si bien el Gobierno pudo defender su visión de no poner en riesgo las “reformas estructurales” como dijo Marcel, y el mercado “celebró”, el rechazo a los dos proyectos presentados continuó agrietando la brecha o separación entre “representantes y representados” que es una de las causas de la revuelta de 2019. Desde los matinales hasta las redes sociales se vio a mucha gente cuestionar este rechazo: que los de Boric “se dieron vuelta la chaqueta”; que el Congreso “no entiende” los problemas sociales de la gente. Desde el punto de vista de la relación de fuerzas política, evidenció el bloqueo parlamentario, que de no llegar a grandes acuerdos, será un potencial de crisis políticas futuras.

Sumado a las debilidades mostradas en todo el primer mes, contribuyó al desgaste en la popularidad de Boric y su Gobierno. En casi todas las encuestas, la desaprobación al Gobierno viene aumentando notablemente, ganando a la aprobación, que viene en baja. Siguiendo esta dinámica, también varias encuestas dan un triunfo del Rechazo en la nueva constitución, o si le dan triunfo al Apruebo, por estrecho margen.

De esta crisis surge que el Gobierno busque tomar el timón de la agenda y retomar la iniciativa que hasta hoy no encontró. Una hoja de ruta para las “reformas estructurales” y “no neutralidad” (intervenir en apoyo) a la Convención, son dos claves para buscar una estrategia que le de gobernabilidad sólida a Chile y abrir un nuevo ciclo.

Contención social

Una pregunta es necesaria. ¿Por qué si se rechazaron los retiros no hubo “presión social” de las calles como con Piñera? Si bien los ánimos populares estaban agitados, y se desarrolló en tres ciudades un paro portuario parcial, de conjunto la situación fue bien distinta a los años anteriores, donde los retiros –en plena pandemia- encendieron a diversos sectores, como fueron los cacerolazos, y con el gobierno impopular de Piñera, llevó a numerosas concesiones como los IFEs universales. Esta vez primó la pasividad, y las expectativas.

No solo la crisis no es tan fuerte como en la pandemia –donde dos millones perdieron el trabajo y otros cientos de miles eran suspendidos-, en la medida que hay recuperación del empleo; sino además hay expectativas en un nuevo Gobierno que mucha gente lo ve como un producto de las calles.

Y esto es importante porque no estamos hablando de un gobierno “de derecha” ni puramente “ajustador”. Se trata de un gobierno de contención social y de desvío institucional hacia una nueva transición, que busca consolidar un nuevo ciclo político “pos neoliberal” que aún no está asegurado, a riesgo de mayor crisis y choques.

Su rol como un gobierno pequeñoburgués y de conciliación, es armonizar las demandas populares con las demandas del gran capital y transnacional. Las “dos almas” del gobierno bi-coalicional, expresan estas fuerzas sociales. Sin embargo, en un contexto de crisis, de poco margen económico para el “reformismo”, el fracaso de este proyecto puede significar mayores crisis, cimbronazos y choques sociales. O sea, más lucha de clases, por derecha y por izquierda. De allí que no pueda ser ni puros ataques ni puras concesiones o reformas.

El llamado “paro nacional” de ciertos grupos camioneros el día de ayer, si bien de conjunto es un fracaso, expresa “por derecha” esta tendencia a mayores choques y polarización. Donde más fuerte ha sido es en el norte con los “paros camioneros” por seguridad contra la inmigración; y en el sur contra la lucha mapuche. Dicha fractura no es solo social, sino política y territorial que se expresó en la primera vuelta con el sur dando sus votos mayoritariamente a JA Kast, y en el norte ganando Parisi. Boric se impuso solo en las grandes ciudades como Santiago y Valparaíso.

Por izquierda se expresa en sectores secundarios de liceos emblemáticos que salen a marchar, ocupar liceos y protestar, por ahora minoritarios. Se expresa en luchas locales parciales pero importantes como la lucha docente en Antofagasta de más de 30 liceos, y que se han organizado en asambleas, delegados y planes de lucha. Y así en otras luchas parciales.

Por derecha y por izquierda, sin embargo, estas tendencias hoy se desarrollan “en los márgenes”, y en las grandes mayorías aún prima pasividad y expectación, que le dan tiempo a Boric y a la Convención para buscar revertir sus debilidades. Entre concesiones y ataques, el gobierno buscará combinar.

Inflación: ¿Quién paga la crisis?

La carestía de la vida entró de lleno a la vida social y política. A quienes más golpea son a las y los trabajadores y sectores populares, que gastan casi todo sus salarios o ingresos en alimentos. Estos son los productos que más han subido de precios. Como indica el INE, la “inflación de los alimentos” alcanzó un 13,9% anualizado en febrero.

Entre una economía que recupera empleos, pero que tiene riesgos de recesión o estancamiento por un lado, y una inflación no vista en 30 años por el otro, el ánimo social se está caldeando.

¿Cómo responde el Gobierno? Jugando al equilibrista entre concesiones menores y protección del mercado y del gran capital. Así fue su plan “Chile apoya”, donde sobretodo busca repartir algo a Pymes, donde busca establecer una nueva base social el Frente Amplio. Subirá el salario mínimo a $400.000 (en dos cuotas), o sea un aumento de $50.000, algo nuevo que gobiernos anteriores no hicieron; pero que sin alcanzar para vivir ni para llegar a fin de mes, y que puede terminar “comido” por la inflación. Subsidiará algunos productos de la canasta básica; pero no tocará los precios que suben los especuladores y grandes monopolios de los alimentos ni supermercados.

El gran problema que tiene Boric es que estas medidas no alcanzan para sortear la crisis. Y jugando al equilibrista, sin tocar ni un pelo los intereses de multinacionales y del gran capital (los grandes “ganadores” del neoliberalismo), dejará insatisfechas las demandas populares.

Las “reformas estructurales” tributaria, previsional y laboral, aún no están diseñadas, y de seguir este camino, podrá repetir un “nuevo bacheletismo”. La nueva constitución y su catálogo de derechos puede ser impulso distinto, pero de ser muy ajustado el resultado, puede significar bien su fracaso.

La inflación y la crisis muestran que no se puede dejar contento a nadie sin tocar intereses. En Chile las grandes riquezas, recursos, y ganancias, se las llevan unos pocos “ganadores” de los 30 años: multinacionales, grandes empresas, todos amigos de la derecha y la ex concertación. Para que la clase trabajadora y el pueblo no paguen la crisis, deben pagarlo los capitalistas, con medidas extraordinarias y de emergencia como impuestos progresivos a banqueros y al gran capital, hasta medidas de fondo que apunten a recuperar los recursos naturales y estratégicos privatizados en dictadura y democracia. Sin embargo, el gobierno de Boric no pretende tocar sus bolsillos, única forma de resolver las necesidades populares.

La salida es por izquierda y desde la unidad de las luchas

Hoy las grandes mayorías siguen expectantes, con Boric y la Convención. El riesgo de una frustración con ambas, pues no han resuelto ni se proponen resolver ninguna de las demandas sociales y populares (lo que exigiría atacar los grandes capitales), es que se vayan a la derecha, capitalizadas después por nuevos populismos o viejos derechistas reaccionarios tipo Kast. La crisis de los partidos de la derecha, no implica un vacío, por algo los “gremios” se están organizando para pelear la defensa de “su” modelo.

De allí que en la izquierda revolucionaria, a riesgo de aislamiento hay que evitar el “denuncismo” sin buscar las vías de establecer un diálogo con sectores que confían en el gobierno, para llevar sus expectativas al terreno de la organización, la lucha y la independencia, y sin dejar de denunciar cada paso que se da en favor de la derecha y los empresarios.

Mientras hay una “oposición derechista y empresarial organizada, con medios, recursos, etc., a la izquierda al gobierno de Boric no hay una fuerte izquierda revolucionaria y clasista. Y por eso surge el “Jaduismo” que busca ocupar un espacio existente a la izquierda del gobierno con un discurso más reformista y menos centroizquierdista que Boric, y anticipar futuras crisis del PC (que las tuvo con Bachelet).

Pero Jadue no pretende apoyar, unificar y buscar coordinar las luchas que surgen desde abajo, desde profesores, trabajadores, estudiantes, mujeres, pobladores. Más bien, es parte de la vieja burocracia de la CUT que hasta el día de hoy no ha movido un dedo por alguna lucha y hoy se viste de “oficialista” rondando los palacios ministeriales, con su ex Presidenta Bárbara Figueroa, una vergüenza para el mundo obrero, hoy de embajadora en Argentina. Es parte del mismo PC de un gobierno que no se propone tocar a los dueños del país ni se propone medidas para que la crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores.

Por eso la salida hoy pasa por un lado, en el apoyo a las luchas, la unidad y la pelea por su coordinación, como buscamos hacer en la lucha docente en Antofagasta. Por otro, la construcción de una organización revolucionaria de la clase trabajadora, con peso en la realidad social y política, que unifique a los elementos más avanzados bajo una estrategia de auto-organización y un programa de las y los trabajadores, por un salario y pensión mínima de 650 mil pesos, por impuesto progresivo a los capitalistas, por IFE universal a todos desocupados, por el fin de las AFP, etc., y se proponga una salida de fondo de la clase trabajadora y el pueblo, no de los capitalistas y sus ganancias.

Una organización así no se construye de la noche a la mañana. Para que la salida no sea por derecha, no hay tiempo que perder en esta construcción. Este 1° de mayo nos movilizaremos en este sentido, uniendo esta lucha a la denuncia a la guerra y por el internacionalismo de las y los trabajadores.


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Pablo Torres

Dirigente nacional del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR). Autor y editor del libro Rebelión en el Oasis, ensayos sobre la revuelta de octubre de 2019 en Chile, Edición Ideas Socialistas, 2021.

Comité de redacción La Izquierda Diario Chile

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