A días de un nuevo aniversario del golpe genocida de 1976, el último nieto recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo se encontró con La Izquierda Diario (del que se confiesa lector). Fue en un bar de Villa del Parque, su barrio, donde vive con su compañera y sus dos hijos. Allí, junto a Gloria Pagés, integrante del CeProDH, hermana de desaparecidos y querellante en causas de lesa humanidad, conversamos extensamente, en un intercambio ameno sobre su historia y parte de la historia reciente del país.
Jorge nació entre junio y julio de 1977, del vientre de Ana Rubel, en los sótanos de la Escuela de Mecánica de la Armada. Pero hasta hace apenas unos meses tenía otro nombre y creía que era hijo natural de un matrimonio de clase media porteña, cuyo padre era médico endocrinólogo de la Casa Cuna. A partir de que una tía de su familia de crianza le dijo en agosto de 2014, después de décadas, que era adoptado, Jorge se propuso descubrir sus orígenes. La sospecha de ser hijo de desaparecidos se instaló con fuerza. Así llegó a contactarse con Abuelas y pidió el análisis de ADN. El 4 de diciembre supo del resultado positivo y ahí comenzó a descubrir su historia. Tres meses después estaba declarando en los tribunales de Retiro, en la causa ESMA III, donde se trata entre otros el caso de su madre.
Hizo la carrera de sociología en la UBA y hoy es becario del CONICET. Estudió durante años conflictos sociales y de los trabajadores. Y como una ironía de la historia, ahora sabe que su padre fue activista sindical en la Ford de General Pacheco, un símbolo del genocidio y de la asociación criminal entre militares, empresarios y burocracia sindical. Quizás esa historia sea, para él, objeto de una próxima investigación.
Es una conmoción muy grande. Yo tomo conocimiento de que no soy hijo biológico de mis padres de crianza y eso ya es una gran conmoción a mis 37 años. Y de tomo conocimiento de que soy hijo de personas desaparecidas en la última dictadura cívico militar y que encima nací en un lugar absolutamente deplorable, como es el sótano de la ESMA. Todo eso es difícil de asimilar, especialmente en un tiempo tan corto. En esa situación estoy, satisfecho con el paso que di pero también viviendo las consecuencias de esa dificultad.
Por ahora puedo decir que eran militantes revolucionarios, jóvenes socialistas. Él tenía 25 años y mi mamá 27. Mi mamá fue secuestrada con dos meses de embarazo y trascurrió casi todo su embarazo en condiciones paupérrimas en la Escuela de Mecánica de la Armada. La torturaron mucho, especialmente en sus pechos, lo cual no me parece inocente ni casual, significaba destruir la fuente de alimento o del primer alimento de un hijo. Así transcurrió su embarazo. También supe que estuve en sus brazos muy poco tiempo, de acuerdo con los testimonios de dos sobrevivientes que asistieron su parto en la enfermería de la ESMA.
Y tengo entendido que mi papá también estuvo en la ESMA pero hay menos testimonios. En el caso de mi madre hay más testimonios porque estuvo varios meses y dio a luz ahí.
Mi papá era maestro mayor de obra, un tiempo trabajó en la construcción y después trabajó en la Ford de General Pacheco donde tuvo actividad sindical.
Mi mamá era docente, pero tengo entendido que nunca ejerció como docente.Trabajaba como administrativa en laboratorios Bagó. Su última residencia fue en Capital Federal donde la secuestran, cerca de Parque Centenario.
Ana Rubel y Hugo Castro (imagen Abuelas de Plaza de Mayo)
Yo me apoyé en conocer mi origen, en pensar que podía haber muchas personas buscándome y en la felicidad que para esas personas podía significar. Y en otro plano es el valor colectivo que tiene hoy encontrar a un joven al que se lo desapareció en el marco del genocidio.
Conocer que tus padres biológicos no son quienes vos pensabas sino que están desaparecidos; saber que viviste situaciones muy adversas; es muy complejo y doloroso. Y a su vez conocer que nací en las circunstancias en las que nací, que estoy vivo de casualidad y que fue gracias a que mi mamá se la bancó, me genera mucha admiración.
Mi idea hoy es continuar en esta línea, convencido de que este sistema capitalista, que construye contradicciones y malestares a cada momento, no tiene futuro. No es posible pensar en el futuro de la humanidad con este orden social. Por eso siento que debemos estar atentos a estas experiencias y acompañarlas.
Este 24 de marzo, como muchos que viví, será una nueva jornada de conmemoración y de protesta. Pero también será distinto, sabiendo que esta historia me toca no sólo en el plano colectivo sino también en el plano personal. Así que estaré tratando de dar testimonio de esto.
Desde ya que entre lo que lo que uno va a encontrar hay una serie de decepciones. Pero también va a haber satisfacción por dar ese paso.
Asumir esta historia es muy complejo. Opino que es equivocado pensar que esa duda se puede mantener y uno vivir tranquilo con eso. Desde el momento que llamé a Abuelas estaba muy ansioso para confirmar o descartar que mi historia tuviera que ver con los hechos de los 70 o que tuvieran un grado de vinculación con ellos.
Creo que hay que dar un paso adelante y enfrentar el vendaval. Es la baraja que nos tocó y hay que jugar con esas cartas. Es la mano que nos tocó y hay que jugar esa mano.